"Mi vecina la Rosa", de Eduardo Nieva

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"Mi vecina la Rosa", de Eduardo Nieva
Mi vecina La Rosa

Acaba de morir mi vecina. Ahí la veo tirada en el cajón. Digo tirada y es literalmente cierto porque esta mujer vivió trabajando tanto que nunca supo como descansar y por eso está “tirada” en su cajón que es su lecho de muerte. Ahí la veo y me acerco a observar su rostro. Tiene una expresión como si estuviera aun renegando de la vida que le tocó vivir y no deja de hacerlo incluso ahora que debe descansar en paz porque ahora reniega ya que no sabe como descansar en paz. Pobre infeliz. Sigo mirando fijamente ese rostro tallado por algún artista que sufría de mal de Parkinson porque prácticamente no tiene forma de nada. Su rostro de ojos hundidos y pómulos ensanchados con la boca bien cerrada y labios arrugados develan que su dentadura era postiza. Pobre diabla mi vecina; aquí esta muerta y nadie lo sabe. Todos los que están a su alrededor vinieron como van las moscas ante un pedazo de carne cruda arrojado al piso en alguna carnicería de barrio. Vienen por instinto, porque vieron sillas en la vereda y se acercaron a ver que había. Aquí los velorios son un lugar para pasarse los chismeríos del pobre que ahí tirado está y ver “si nos sirven algún cafecito y rápido porque tengo que volver antes que comience la novela de las tres”.

No falta la vieja que asegura que justo a la hora que dicen que se murió mi vecina, sintió un ruido de cubiertos en su cocina. Cubiertos que ella le había regalado años atrás como obsequio de bodas. O alguna de mis tías diciendo “con razón los perros lloraron toda la noche”. “No me han dejado dormir, yo sospechaba que alguien se andaba despidiendo pero nunca me imaginé que iba a ser ella porque se la veía muy bien últimamente”.

Miro la cara de Rosa que no deja de renegar y mostrar enojo en ese cajón. Está enojada de tanto vivir muriendo pero entre tanto enojo veo o creo ver una pequeña sonrisa en sus labios o lo que queda de ellos después de tantos duros inviernos de andar baldeando veredas ajenas por unas monedas. Esa sonrisa que se dibuja muy forzada seguro se debe a la única luz que la iluminó estos últimos años y es su nietita que por suerte no entiende nada o bien sí lo hace y prefiere hacernos creer que no entiende nada para no sentir culpa de no poder sentir lastima por esa infeliz que está ahí tirada. Pero apenas termino de entender esa sonrisa veo de inmediato como esos labios se exprimen de nuevo y veo una lagrima que brota de su ojo izquierdo. Seguro se debe a que ya desde el más allá ve que su nieta tendrá el mismo final que ella. Así es la vida del que nunca tuvo oportunidades. ¿Que oportunidad le ofrecería a sus descendientes si el nunca las conoció y nunca las conocería? No se puede ofrecer lo que no tenemos, lo que no tuvimos ni lo que no conocemos ni conocimos. Maldito pobre. ¡No sabes ni morir!

(segunda parte)


De repente esos pómulos ensanchados se hacen gigantes y comienzan a inflársele los “cachetes” de la cara. Yo veo en una especie de cámara lenta lo que está por suceder pero a la vez lo confundo con una eterna fantasía. Y si, ese chorro de vomito que salió expulsado de su boca cual volcán en plena actividad expulsa su lava en forma repentina, alcanzó a mojar mi camisa porque esa fantasía que siempre tuve se convirtió en realidad y al fin pude ver a un muerto revivir. Todos, menos su hija y yo, salieron corriendo pero sin saber a donde ni porque. “La Rosa está viva” se escuchó y signos de exclamación e interrogación vi volar de un lado a otro en esa habitación.




Yo seguía parado al lado del cajón incrédulo, pasmado, atónito, y no se que mas pero de allí no me movía. La Rosa me miró y comenzó a gritar y llorar. Si nosotros no entendíamos nada hay que imaginarse ella.

Eso sucedió en la fría madrugada de anoche. Hoy un chorro de agua que cae en un balde me distrae de lo que estoy escribiendo. Me detengo y me levanto a ver quien es y la veo a ella estoica llenando el balde con agua para baldear la capilla al frente de casa. Capilla que iba a ser la ultima institución que su cuerpo visitase.

Eduardo Nieva

1 comentario:


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  1. eduardo, no sabia que escribias!! te felicito me encantó. Besos

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