La mañana de ese otoñal abril sorprendió a los vecinos con unos radiantes rayos de sol que acariciaban con ternura las calles de tierra del pequeño barrio de Ariel. Radiante también era la cara de Ariel aquella mañana que inexplicablemente se levantó envuelto en buen humor, su madre Alicia quedó muy sorprendida y feliz de ver a su hijo de tan buen humor esa mañana así que aprovechó para acompañar a su hijo en ese estado. Hacia mucho que ella no lo veía así por eso, como quien aprovecha una oferta en el mercado, ella aprovechó esa oportunidad que aquella cálida mañana de abril le ofrecía. Antes que ella diga la primer palabra, él se ofreció para ir a comprar el pan y le pidió a su “querida” madre unos pesos de mas para comprarse unas facturas rellenas con dulce de membrillo que Don Barbieri vendía. Esas facturas eran famosas porque iban personas desde otros barrios a comprarlas. Ella estaba feliz, incluso no había notado la ausencia de ese gato que acompaña sus mañanas asaltando su hogar al entrar lentamente por el hueco que quedó en ese vidrio roto hace mas de seis meses en la ventana que da al patio. Allí volvió Ariel sin notar lo feliz que estaba su madre (él solo quería comer esa factura rellena con dulce de membrillo con ese mate cocido que sino estaba listo se le armaba un gran problema a Alicia).
En otra parte de la ciudad, en otro barrio muy distinto al de Ariel, se levantaba de su confortable cama Juana, una niña muy bonita y coqueta de nueve años. Ella no estaba radiante como el sol ni como la cara de Ariel. Todo lo contrario. Se levantó enojada porque alguien le había apagado el televisor mientras dormía y un terrible escándalo le hizo a su padre Orlando quien no tuvo tiempo de escuchar sus “tontos” reproches porque ya salía hacia su trabajo. Ofuscada fue en busca de su madre que también ya había preparado el desayuno, se encontró en el camino a Miguel, su hermano menor (cuatro años) quien ya había desayunado pero en el living mirando el canal de dibujos animados y así ensuciando todo el sector con migas de bizcochos por doquier. Suena el timbre y Juana urgente a atender, Denise, la niñera, acaba de llegar. Los abrazos de ambos, Juana y Miguel llenaron de amor a Denise y de celos más grande que su ampulosa casa a Marisel la madre. ‘¿Qué tengo que hacer para que me quieran así?’ ‘¿Qué estoy haciendo mal?‘. Marisel, allá en su casa de oro y Alicia en su casa de bronce no se conocían pero tenían y tienen muchas cosas en común y una en particular de la cual se desprenden las demás. Ambas son madres de los niños de hoy. Ambas son las esclavas de los amos de la nueva era, “Los niños del S. XXI”.
No importa si son ricos o pobres, ellos mandan a sus progenitores. Son más fuertes e inteligentes de lo que alguna vez fuimos. Son “evolucionados”, son rápidos y nosotros cada vez mas débiles y complacientes a sus necesidades e intereses. No importa si tengo que trabajar doble o hacer horas extras, lo importante es que a ellos no les falte nada (en realidad no me aguanto que lloren y pidan y pidan hasta el hartazgo. Tampoco quiero que mis vecinos me critiquen o salgan a decir que hago pasar hambre a mis hijos. Mucho menos me quiero quedar atrás; el papá de Ariel le compró un nuevo celular a él y cuando el mío se entere me mata sino le compro uno mejor).
Nos divertimos cuando dicen malas palabras y los amenazamos en público con la promesa de castigarlos severamente al volver al hogar pero somos tan débiles que al llegar a casa ya nos hemos olvidado del motivo por el cual lo íbamos a castigar. Aparte no hay mucho tiempo que perder o me dormiré y no iré a trabajar mañana. Al final, ya cuando estoy a solas en mi cama pienso que mis hijos son los mejores y se merecen lo mejor. Digo mis hijos porque son muy míos. Luciana, mi ex esposa nos abandonó, se fue con otro sin importarle nada pero de eso no voy a hablar. Mis hijos son los mejores porque quieren a Jorgelina mi nueva novia. Ella me ayuda a cuidarlos cuando yo no estoy en casa. Aparte viene con sus hijos y juegan con los míos.
Los niños del S. XXI son así, se adaptan a todo y a todos pero dándoles muchas cosas a cambio. ‘¿quieres ir a comer a la casa de tu papá?’ Le pregunta Roxana a su nena de ocho años. ‘¿iras hoy al jardín?’ consulta Mariana a su nene. Los amos son ellos y nosotros sus esclavos.
Hoy tuve suerte de poder escribir esto porque Jorgelina se llevó a mis hijos a la plaza. Yo fingí fuerte dolor de estomago para poder estar solo y descargarme un poco de estos sentimientos…… ¡huy, alguien está abriendo el portón de la entrada principal!, se escuchan risas, son mis hijos, ya llegaron, ¡tan pronto! Seguro se aburrieron porque nada les atrae por mas de una hora u hora y media. Debí haberlo adivinado. Confiaba en que Jorgelina se las arreglaría mejor que yo pero ya veo que no. No importa la edad que tengamos. No sabemos ser padres de estos niños del S. XXI. Disculpen, la corto aquí porque estoy usando su computadora y si se enteran de eso y de lo que escribí……mmm, no quisieran estar en mi lugar!!! Chau.
Eduardo Nieva
(foto: Juan Sarq)
(foto: Juan Sarq)


la verdad primera vez que entro y me sorprende la escritura de el sr nieva, me encanto la idea de expresarce por este medio, tambien me encanta el diseño y la estetica de JOHNSARQ EN EL BLOG.
ResponderEliminarsigan adelante!!!
Gracias por tu comentario, todos los posts anteriores como este articulo de Eduardo y la versatilidad de los textos expuestos son la marca que deseamos con el tiempo registrar, impregnar que Cultura Pix es todo eso.
ResponderEliminarEsperamos que puedas seguirnos aqui y en facebook y actualizarte de cada novedad.
Gran saludo.
Edu, ya te tengo! jajaja ya se cual es tu onda. Obvio no so experta en clasificar literatura ni nada pero creo que acabas de confirmar tu estilo!
ResponderEliminarSeguí así! n____n
me gusto mucho la publicacion.
ResponderEliminarEDU y JUAN para cuando el libro, estaría genial que editaran uno, buscamos editoriales que lo quieran publicar...muy buenos trabajos profe,very good!!!
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