¿Cien años de indignidad?

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¿Cien años de indignidad?
Vale aclarar que dicho artículo está basado en lecturas, diarios y noticieros y no en guarismos profundos o especulaciones obvias. Cada mañana, cuando prendemos el televisor o leemos algún periódico donde la frase “cifras de pobreza” o “numero de indigentes” se encuentra sustentada por fotografías tristes o lugares deteriorados y a la intemperie, nos preguntamos: ¿Merecemos esto? ¿Estamos en una fase en que no podemos quejarnos si caemos en comparación con países como Etiopía? ¿Debemos vivir mejor? ¿Tenemos que poseer en las manos un nivel similar al de los países llamados del primer mundo?


Hace algunos días, mientras caminaba por la calle, una anciana dijo que nada se podía exigir a un país pobre como es el nuestro: <>, expuso. Entonces vino a mi cabeza la pregunta elemental sobre qué llamamos un país pobre y qué un país rico.


Para basarnos en la economía, podemos contar con los dedos los países desarrollados donde el nivel de vida es alto y hasta desmesurado; con esas familias pequeñas que viven en casas monásticas, donde cada integrante tiene un vehículo, donde la preocupación se fundamenta en mostrar una superioridad pecuniaria  sostenida en las ganancias, donde los viajes y lujos son tomados como elementos habituales y hasta obligatorios. ¿Esto es un país rico? ¿Un lugar donde se transita por las calles con relativa serenidad, donde no hay que pensar en un aumento de precios o desempleo masivo, donde se es feliz consumiendo y solo consumiendo, donde los sucesos exteriores no tienen relevancia y solo interesa el país mismo?


Contrario a esta postura, podemos aducir que los países más ricos y populosos, concretamente, suelen nutrirse de los de abajo: de los pobres. La rapiña existe en muchos ámbitos, y este no es ajeno. Los pobres, aquellos quienes dependen de los movimientos económicos de países hegemónicos, los que asiduamente son desmantelados por guerras sin causas, por ideologías diferentes y que antaño han sido marcados a fuego por dictaduras y conciliábulos terminantes y sangrientas; ellos, son quienes, antagónicamente, son los verdaderos dueños de la riqueza. ¿Qué es un país rico? Destaquemos dos acepciones. La primera es relativa al manejo y distribución de riquezas de una nación; un sitio en que existe una manipulación transparente de bienes y servicios correctamente distribuidos con la menor cantidad de pobreza posible. La segunda, refiere a las riquezas propias e innatas de un país: un suelo fértil, reservas de agua, yacimientos petrolíferos, metales preciosos, etcétera.  


La gran contradicción es simple: en los países donde hay más pobreza es donde se encuentran la mayor cantidad de riquezas naturales, las cuales son expropiadas, explotadas o abusadas por los llamados “países ricos” […]


Hoy, la molestia de aquellos protopaíses con una economía balanceándose en un hilo es la repentina adhesión a una idea común por parte de los países subdesarrollados. Debido a la sinergia de naciones de América del Sur en boga de un bien común, donde se hallan todos los recursos, donde sabemos que hay más agua que gaseosas, mas petróleo que vehículos para usar, mas oro que alhajas que comprar, mas selvas y escasos muebles para utilizar, donde hay un granero mundial pero donde todavía existe el hambre, donde hay grandes pescas de diversos climas  cuyos cardúmenes se cocinan en latitudes donde el idioma es otro y donde se conducen los autos por la izquierda, un lugar donde la unión se gesta como un virus que está quitando el sueño al gigante dormido que aunque de a poco se descubre lastimado y erosionado, es capaz de recrearse. El lugar donde está la verdadera riqueza […]


En la actualidad, los países ricos se desploman como castillos de arena; mientras que los pobres, se construyen como un hormiguero, de a poco y en conjunto […]


Para finalizar, ¿en cuál de los dos vivimos? Es irrevocable tener en cuenta la historia (indígenas, colonias, procesos militares), relaciones internacionales, economía, pensamiento representativo, cultura, libros y música. También se puede prescindir de todos ellos y respondernos con guarismos o especulaciones obvias, que al fin y al cabo, dan el mismo resultado.


Miguel Massara [Cultura Pix]

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