Barreras (Ensayo)

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Barreras (Ensayo)
Barreras en nuestras vidas vaya que sí las hay pero todas excepto una tienen algo en común. Todas son tan delgadas que romperlas y pasar de un estado a otro es tan sencillo como pensar. Todos repiten que la barrera entre el amor y el odio es delgada y sobrados ejemplos tenemos todos en nuestras vidas que justifican tal frase. Pero no es esa barrera la única delgada sino todas excepto una. La barrera entre la verdad y la mentira es igual de delgada. Estamos cruzando de un lado al otro según nos convenga, según quien esté de qué lado yo estaré del mismo lado o del opuesto pero estaré porque no cuesta nada pasarse de uno al otro así como tampoco cuesta nada pasar de la alegría a la tristeza absoluta. Las barreras son delgadas. Nos pasamos la vida diferenciando al hombre y a la mujer cuando la barrera que los separa es más fina que un cabello. Puedo enumerar un centenar más de barreras que parecen gruesas pero no lo son en absoluto. La barrera entre la riqueza y la pobreza, la honestidad y la corrupción, el hambre y la abundancia, generosidad y codicia, avaricia y desinterés, tozudez e inteligencia y así hasta el cansancio.

Todas las barreras son delgadas excepto una, la histeria. La histeria es una barrera tan gruesa que impide a hombres y mujeres comunicarse en términos tan sencillos traducidos en amor, caricias, miradas sinceras. La histeria es una barrera que usa a las explicaciones para ensancharse, utiliza nuestros miedos y juega con ellos expandiendo su grosor cada vez más. La histeria se disfraza de gente linda, de gente buena para atraernos impávidos a ella y así aumentar en volumen y fuerza tomando la nuestra y haciéndonos más débiles al contacto con el otro y así estamos solos, más solos que nunca antes en toda la historia y creemos que no lo estamos. Pobre de nosotros infelices. Nosotros felices con nuestras redes sociales que tanto nos alejan; no de los que están bajo de nuestro mismo techo sino que nos alejan de nosotros mismos. Ya no somos ni para nosotros, somos para la opinión del otro y dependemos de eso y no pienses que vos no entras en esto porque ya lo estás. Somos hijos de una histeria descomunal. Somos súbditos de esta histeria cuya barrera se viene ensanchando con el correr de años y años de pura histeria. El hacerla tan delgada al punto de desaparecer es nuestro deber como seres pensantes pero ante todo como lo que realmente somos, seres emocionales, seres sentimentales.

Eduardo Nieva

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