"El Alma confundida", de Eduardo Nieva

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"El Alma confundida", de Eduardo Nieva

El alma confundida había salido por cuarta vez de su cuerpo esa noche. Salía, viajaba y volvía a su cuerpo. Parecía andar buscando algo y no encontrarlo. Tal vez buscaba otro cuerpo o tal vez un lugar, un instante, un momento. ¿Cómo saberlo? No hay forma. El alma confundida salía a menudo de su cuerpo pero no volvía nunca más. Iba de cuerpo en cuerpo a lo largo de sus vidas pero esa noche había salido de ese cuerpo en cuatro ocasiones diferentes y un llanto se escuchaba al regresar al cuerpo. ¿Por qué se iba? ¿Por qué volvía? ¿Qué buscaba? El alma confundida vagaba por las calles del olvido sin mirar a los costados porque temía ver algo que la hiciera quedar y así no volver a ese cuerpo que en algún lugar de la gran ciudad dormía con plena certeza de que despertaría como lo venía haciendo ya desde hace cuarenta y tantos años. El alma confundida se encontró de repente en un lugar que había estado unas catorce vidas anteriores y allí permaneció por varios instantes. Luego salió de allí sin ningún reparo y siguió caminando por las calles del olvido. 

Esta vez se metió en el cuerpo de una mujer. Allí se sintió muy cómoda. Esa mujer estaba bañándose y esas gotas de la ducha refrescantes calaban hondo en su ser. Estuvo allí sintiendo y dejándose llevar por el incesante y constante ruido de las miles de gotas que caían sobre el cuerpo de esa mujer. Luego al salir volvió a su cuerpo pero esta vez no permaneció en él ni cinco segundos. Salió como huyendo de ese cuerpo y sin ver se había metido en el cuerpo de un perro que justo pasaba por ahí. De inmediato el perro comenzó a ladrar desaforadamente mirando fijamente a la casa de la cual acaba de salir el alma. Ella fue consciente esta vez de lo confundida que estaba e intentó salir de ahí y volver a su cuerpo pero no podía. Dentro de ese perro la invadieron imágenes que la confundieron más aun. Un tremendo sueño la venció y cayó casi desmayada en el cuerpo de ese perro que ya no ladraba sino que dormía a un costado de esa casa. Ruidos fuertes, gritos, chillidos y un brutal silencio atormentaron su sueño. Se despertó pero el perro aun dormía. Salió de ahí sin problemas y volvió a su cuerpo. Tan pronto entró en él la confusión se adueño de ella una vez más. Ya no quiso salir sino quedarse y esperar al amanecer para intentar entender por que tanta inquietud, por que tanta confusión y justo cuando la tranquilidad reinó en ella, el sol despertó a su cuerpo. Parecía que ambos no se toleraban. Él mostraba signos de intenso malestar y pronto volvió a su cama. Ella volvió a partir y decidió ya no volver allí.


Siguió su camino sin rumbo, ya no temía mirar a los costados. Estaba cada vez más confundida porque acababa de darse cuenta que nunca había nacido. 

FIN.

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